
"De todos los colores hay uno que me ha sido fiel
:el amarillo, el oro de los tigres que veía de niño"
J.L.Borges
De todos los colores
uno hay, el cobre, que me acompaña desde siempre.
Acaso sea sólo un matiz de tonos terrosos,
una manera extraviada entre el rojo y el verde,
simplemente un brillo que resplandece
entre las ramas cobrizas de mis otoños.
Me acompaña el cobre de los cacharros sureños
que cuelgan en mis muros,
en los campos atardecidos de trigo,
en el tono miel de la piel,
más en lo cobrizo del cabello,
más crepuscular en las pupilas,
infinitamente más en la memoria sepia
que se vuelve cobriza con los días.
Las piedras cubiertas de algas verdes
se han vuelto macizos cobrizos en la playa;
el rostro de un niña de Maurixius,
el hombre de Cartago, la mujer de Hammamet,
los jazmines disecados,
las hojas viejas de los libros,
las llaves que cuelgan tras las puertas,
los arrayanes,
mis olvidos,
los collares de verano,
los hombros míos,
el perfil de la biblia,
el fondo del estanque,
las hojas del roble,
el barco fantasma encallado en Quequén,
el pan recién servido...
Nada hay que no tenga un dejo cobrizo,
Nada.
Todo lo tiñe él,
o toda me ha teñido.
7 comentarios:
Bonitos versos, dedicados a un color y sólo uno.
Tu comentario me ha hecho especial ilusión, muchas gracias :)
Un cálido paseo crepuscular. Una clave, una contraseña para disfrutar del extravío de rojo y verde. Me salpicaste
Si pudiera conseguir una, nada más que una moneda de cobre, aquellas que servían para comprar la estampilla para la libreta de la Caja Nacional de Ahorro Postal, oh tiempo que te me fuiste como agua entre los dedos, te la llevaría como expresión admirativa por lo que has escrito.
Hace falta.....
Gracias por sus comentarios,Álvaro, José y anónimo! La forma de comentar vuestra me hace pretender más de mi misma.
Nos estamos viendo aquí o en sus sitios.
Un abrazo Italiano!
Hermosas imágenes llenas de poesía
el amarillo, tan comunmente unido a la mala suerte, parece aquí algo más que un regalo!
Dondequiera que estés,
te gustará saber
que jamás,
por más cansado que
estuviese, abandoné
tu recuerdo a la orilla del camino
Dondequiera que estés
te gustará saber
que te pude olvidar y no he querido,
y por fría que sea mi noche triste
no eché al fuego ni uno solo
de los besos que me diste.
Dondequiera que estés...
si te acuerdas de mí.
Joan M. Serrat
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